sábado, 3 de junio de 2017

YO SOY DIOS





                                

Me levanto con la idea de que soy Dios. Dirijo mis pasos santos a la plaza de la villa donde vivo. Miro alrededor, me sale al camino un menesteroso que vive en el entorno por años, -una monedita por el amor de Dios. ¿Qué se cree éste, que el Dios divino maneja plata? Me retiro pensando ¿y si le hago un milagro?, para eso soy quien soy. Me devuelvo unos pasos hacia donde se encontraba, pero ya no lo veo.

Se perdió su oportunidad, bueno así es la vida.

¿Me siento tranquilo, pensando qué voy a escribir para presentar en el taller? Lo que estoy preparando es de largo aliento, necesito algo fresco que me congratule con mis compañeros poetas.

-Permiso, escucho que me dicen, ¿me puedo sentar a su lado por un instante? Mirándolo a los ojos pienso, ¿este señor creerá que el asiento es mío? Me corro un poco y sigo con mis cavilaciones.

-Soy Dios, y voy a escribir un relato hermoso.

-Señor lo veo preocupado, acotó el recién llegado.

-Yo no me preocupo por mí, siempre ando pensando en los necesitados, favor... no me distraiga de mis pensamientos.

-Pensé que lo podría ayudar, vengo de muy lejos, algo de experiencia tengo. Me quedaré un rato sentado por si en algo le sirvo.

Después de un largo momento le dije: mire, tengo que escribir alguna historia simpática, ¿qué se le ocurre a usted que viene de tan lejos?

-Escribiría algo de la vida cotidiana, del amanecer, del acontecer diario, del cariño por los congéneres, bueno hay tanto que contar, sobran las ideas.

-Qué tengo que decir de mí, si tengo una vida de jubilado que sólo espero los miércoles para encontrarme con mis amigos poetas, para regocijarme de la lectura de sus poemas.

Miro hacia el lado y mi compañero casual, que se había presentado vestido enteramente de blanco, con una barba que parecía milenaria y con su pelo largo que le llegaba hasta los hombros, había desaparecido. Me quedé dormido por un instante, pensé.

El regreso a casa, fue pensando en este personaje exótico, que me dejó taciturno por el resto del día.

A la mañana siguiente me desperté con ganas de escribir, pensando en mi extraño amigo, guie mis pasos a la plaza, me senté en el mismo lugar de siempre, tomé el lápiz y escribí:

-ME DA UNA LIMOSNA POR EL AMOR DE DIOS...

-Pero si esto lo escribí ayer... Miro hacia el cielo y sonrío.


                                                                FIN
                                                                           Hernán Alcayaga.